Hagamos el amor con la ropa. Parte II




Uno de estos días pasados, estaba sentada sola en un café y se me acercó de repente un hombre.

Señorita, ¿puedo decirle algo?

Levanté la mirada de lo que leía y le respondí: sí claro, dígame: “usted es una mujer bonita, tengo rato viéndola y no quería irme sin decírselo”. Me limité a sonreír, a mirarlo fijamente y le agradecí el hecho de atreverse a acercarse sin conocerme y decirlo de una manera bonita y respetuosa, como lo denotaba su expresión corporal y su mirada. Es un simple acto, pero no todos lo hacen.   

Mientras él se alejaba yo pensaba: éste si que ve con los ojos del espíritu. Y no, no quiero que parezca falsa modestia de mi parte, pero las mujeres definitivamente sabemos cuando estamos brillando junto al sol, o cuando lo dejamos haciendo el trabajo solo, y era uno de esos días. Yo quería pasar desapercibida, me vestí sin verme en el espejo, cero maquillajes, cabello recogido y sabía que estaba tan bonita como la ogra Fiona, pero no me importaba para nada, quería andar perfil bajo, y eso fue lo que el hombre vio, el trasfondo, o bueno, eso me convino pensar para desarrollar este escrito.  

Hace largos años atrás, estaba yo sentada en un centro comercial, y mientras me comía un helado sola con mi soledad, me corrían lágrimas. Así estuve cerca de tres horas, con la mente turbada. Vi un bulto frente a mí, pero no reparé en nada más, cuando me fui, cerca de la parada de transporte, me alcanzó un muchacho, y me dijo: Tengo rato viéndote, estaba sentado frente a ti y tú no me viste, te seguí para decirte: “No estás sola en lo que sea que te suceda. Dios está contigo.” Y se alejó.

“Hagamos el amor con la ropa” lo escribí por primera vez en el 2011, para una revista con la que trabajaba. Ahora, quise escribir la continuación del mismo tema, movida por las mismas intenciones que al inicio: empatía con las demás personas, especialmente si son desconocidas. Para llegar hasta aquí, doy por sentado que comenzamos en casa, con los seres queridos más cercanos. 

La esencia de este escrito no es otra que un llamado a salirnos cada día, aunque sea por un momento de nuestro mundo paralelo y voltear a ver el del otro, calmar el afán que nos aqueja y ver cómo podemos ayudar a disipar el del otro, hacer como el hombre del café que vio con los ojos del espíritu y atrevernos, acercarnos y hablarle vida al que vemos que camina pero anda muerto, bendecir con palabras y elogios genuinos para levantar a un espíritu abatido.

Este escrito nos invita a ser amorosos con alguien más que nosotros mismos o nuestros afectados conocidos, nos invita a mostrar gestos pequeños de amor con todo el que identifiquemos que lo necesite y que nosotros podamos servirle. 

Vivo en una ciudad hermosa, con personas muy educadas y amables, pero también con una triste realidad, la tasa de suicidios y depresión es alarmante. Cada vez que me entero de un nuevo caso, pienso: ojalá hubiese estado allí para hablarle; pero enseguida comprendo que no soy Dios omnipresente, que no puedo, por mucho que quiera hablarle a todos y menos saber cuándo va a lanzarse el siguiente en el metro de Medellín, a cuál le está ganando la voz infernal de su interior porque no hay una voz angelical que le de esperanza.

Yo no quería suicidarme en ninguno de los casos anteriores, pero si me sentía bastante agobiada, cansada y sin ver un panorama claro, y la voz de ambas personas me hicieron cobrar ánimo, ánimo que yo misma en mis diálogos internos con Dios no estaba logrando. Soy pro dependencia de Dios, siempre de mí recibirás el discurso "desarrolla tu propia intimidad y aprende a escuchar Su Voz", pero eso no significa que invalide la gran ayuda que en otros podemos encontrar. Nadie es tan superdotado espiritualmente como para no necesitar de una mano amiga.  

Creo firmemente que la boca la tenemos para más que solo comer y beber, hay una fuerza poderosa en cada uno de nosotros, en nuestro interior y en nuestra voz, tanto que podemos levantar al caído o terminar de hundirlo. 

Hace tiempo entendí ese poder, y si no le voy a decir de frente algo que edifique el ser de la otra persona, prefiero no decir nada, y entiéndase, a veces la palabra que nos va a salir es una exhortación más que un elogio, pero aún ésta, la podemos decir con empatía y amor.  

No podemos, como mencioné anteriormente, estar en todas partes y hablarle a todos, pero estoy segura que en el circulo en el que te mueves, trabajo, casa, vecindario, gimnasio, tienes la oportunidad de hablarle a personas que afrontan diversas situaciones, enfermedades, problemas familiares, financieros, y más. 

Solo necesitamos un espíritu sensible capaz de percibir el agobio del otro, y accionar en lo que seamos dirigidos a hacer. No permitas que la pena o el egoísmo te ganen. Deja huellas de bendición en las personas, para eso no necesitas mucho, solo tener un corazón lleno y querer vaciarlo en otros de forma positiva.

Han pasado casi 15 años y yo no olvido al chico de la segunda historia, él bendijo mi vida en aquel momento y dejó una huella que aún perdura, con una simple, pero muy sentida frase. Se atrevió e hizo a un lado todo lo que podía limitarlo. Por la huella que él dejó en mi, es que procuro tener estos gestos con desconocidos, y especialmente desde mi radio de acción, y sin ninguna otra ambición que la de bendecir. 

Casi a diario, sin exagerar, entran mujeres a mi tienda, y al medirse la ropa y mirarse al espejo, lo que escucho de ellas son los latigazos que se dan a sí mismas: “pero mírame este cuerpo de nevera”, “me va a llevar el viento si sigo adelgazando”, “estos brazos que me gasto parecen de boxeador”, “este color no me va, ya estoy muy vieja para eso”, y es allí cuando veo oportunidades valiosas para usar mi voz. 

Mostrar empatía al desconocido ayuda a prolongar más que al hombre, a su humanidad, su capacidad para sentir afecto, comprensión y solidaridad con las demás personas. 

Si decimos que amamos a Dios, no podemos limitarnos a hacerlo sábados o domingos en la iglesia, de ser así, seríamos grandes hipócritas, lo mismo sucede si decimos que amamos al creador pero no a su creación. Un verdadero líder no lo es sólo con el grupo que lidera, sino que porta su carácter y liderazgo a donde vaya.

No nos engañemos, no hay nada de gratificante en hacerle el bien a quien nos lo hace, o amar a quien nos ama. ¿Qué mérito tienen ustedes al amar solamente a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. Lucas 6:32-35

Escoge a una persona hoy, y hazle el amor con la ropa, muestra lo mejor que hay en ti a través de sencillas palabras y actos, y si compartes este escrito te garantizo que se lo estarás haciendo a varios a la vez. 



Comentarios

  1. Me siento muy feliz de verte me siento muy muy feliz siento gozo en carazon sigue asi adelante El Señor es contigo aaaa y otra cosa tendrás una fans numero 1 de @escritoesta

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. Que lindo de tu parte. Por aquí te espero en cada publicación.

      Eliminar
  2. Bien Marianny...empatia por el otro , acariciarle el alma para que se levante y retome la vida. Sigue escribiendo tus historias, bien interesantes.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tu eslabón perdido existe, sal y encuéntralo!

Te amo, pero no te lo digo

Aquí y ahora, para no volverme loca.

Él me mintió

Quédate conmigo